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Dr. Antônio Mário Penz Júnior

Uso De Hormonas En La Alimentación De Pollos,¿Mito O Verdad?

Actualizado: 8 feb



Prólogo

Dr. Osler Dezouzart.


A medida que avanzamos en el tiempo, ciertos temas en la ciencia adquieren una cualidad atemporal, desafiando la caducidad de las modas y las tendencias. El artículo que presentamos hoy, escrito por el renombrado Prof. Dr. Mario Penz hace tres décadas, es un testimonio elocuente de esta eternidad científica.


Si bien en aquel entonces las discusiones sobre este tema eran mayormente relegadas a los activistas y a sus afirmaciones totalmente erróneas, hoy, tres décadas después, nos encontramos enfrentando los mismos debates.


Es sorprendente cómo la necesidad de educación y claridad persiste a lo largo del tiempo. La ciencia ha continuado su avance; se continúa demostrando la seguridad y eficacia de las prácticas avícolas. Sin embargo, la falta de comprensión y la influencia de la desinformación pueden amenazar con socavar décadas de progreso y avances en la industria.


Es imperativo, entonces, que abordemos este tema con la misma seriedad y compromiso que lo hizo el Prof. Dr. Penz hace treinta años. No podemos permitir que una minoría mal informada o con agendas poco claras dicte el rumbo de la conversación.


Es hora de reafirmar nuestro compromiso con la ciencia, la verdad y el bienestar de nuestras industrias.


 

Desde los albores del desarrollo de la avicultura mundial, uno de los paradigmas que siempre exige que los técnicos justifiquen es el de ¿Cómo producir pollos más eficientemente cada año? Normalmente, lo que prevalece son consideraciones de los no especialistas que atribuyen esta eficiencia al uso de sustancias indebidas en la alimentación de los pollos, en especial las hormonas que promueven este crecimiento “anormal”. Estas consideraciones incorrectas se han vuelto más frecuentes, especialmente con el aumento del incentivo de que nosotros, seres humanos, debemos consumir alimentos producidos de “forma natural”. Cuando se presentan estas informaciones equivocadas en ambientes restrictos, el daño es irrelevante. Sin embargo, varios médicos y nutricionistas han escrito artículos, textos y libros, o han usado los medios de comunicación para presentar sus opiniones, todas infundadas, comprometedoras y perjudiciales al buen entendimiento del tema. Estos profesionales no buscan acercarse al sector productivo para entender con mayor profundidad como ha ido ocurriendo la evolución tecnológica de la avicultura. Claro, es mucho más fácil declarar, sin implicarse, que esto ha ocurrido como resultado de actitudes técnicas indebidas y perjudiciales. Debido a ello, lo que nosotros, los técnicos, debemos hacer es no dejar que individuos menos calificados y completamente alejados del sector productivo, se manifiesten con posiciones basadas en relatos falsos o, por lo menos, incorrectos. Nosotros tenemos las informaciones. Disponemos del conocimiento. Entonces, ¿por qué pasamos por dificultades cuando se trata de presentar hechos verídicos que servirían para tranquilizar a los consumidores? Porque, para que esta discusión sea correcta, deberá ser presentada en el plano técnico, que es poco atractivo. Además, tanto los especialistas con “opinión formada” como los medios de comunicación en general, deberán alterar posturas y opiniones ya “establecidas”. Teniendo en cuenta los daños que estas posiciones han causado, confundiendo a la opinión pública, es importante que, además de los técnicos que se expresan individualmente, las asociaciones sectoriales que representan a la avicultura y que tan bien han demostrado el grado de profesionalismo del sector, asuman una posición aclarando que estas informaciones son erróneas, no favorecen el bienestar de los ciudadanos y que por el contrario, distorsionan los hechos con argumentos y consideraciones insensatos.

 

Claro que la mayor evidencia de la falta de fundamento de todas estas manifestaciones equivocadas es el aumento del consumo de carne de pollo en nuestro país y en todo el mundo, desde que esta actividad se volvió especializada y competente. Este aumento del consumo ha ocurrido en todas las sociedades, sean ellas de países en desarrollo o desarrollados. Los productos llegan a la mesa de los consumidores de forma menos elaborada, como en el caso del pollo entero, pasando por productos procesados, o como alimento pronto para consumo inmediato.

Por lo tanto, es importante que afirmemos frente a la opinión pública que la avicultura mundial no usa hormonas como aditivos en las dietas de pollos. En realidad, existen varias razones legales y técnicas que justifican la imposibilidad de emplear hormonas. El propósito de este artículo es presentarlas para aclararle las cosas a la sociedad, como corresponde.

 

Para empezar hay que decir que el progreso en relación con el rendimiento de las aves, se basa fundamentalmente en una intensa actividad de investigación en las áreas de genética, nutrición, sanidad, y en el entendimiento de las relaciones de estos conocimientos a través del manejo de la producción de los animales. Los pollos son los animales domésticos que cuentan con el mayor número de investigadores trabajando para conocerlos y producirlos mejor. Inclusive es significativo el número de informaciones que se han obtenido de estos estudios y que se han pasado a aplicar en la producción de otros animales domésticos, así como también para mejorar el bienestar de los seres humanos. Ya a fines de la década del setenta, los investigadores, a partir de los datos de rendimiento  observados, podían prever que los pollos, año a año, necesitarían de un día menos para alcanzar el mismo peso obtenido el año anterior. Esta estimativa ha sido confirmada y, a lo que todo indica, por lo menos por algunos años más, se continuarán observando estos valores. No obstante, para los no especialistas este desarrollo no es posible en condiciones normales y se justifica mediante el uso de sustancias anabolizantes llamadas hormonas. Esta observación es incorrecta. Es falsa. La razón para tal desarrollo es simple de entender. Es especialmente a través del mejoramiento genético que se alcanzan estos niveles de productividad. En la práctica, en las líneas genéticas industriales, la selección de las aves se realiza a través de la elección de los grupos de animales mejor dotados. En dicha selección, animales con menor velocidad de crecimiento y transformación de alimentos van siendo descartados, y solamente los más calificados son seleccionados para formar parte del grupo que servirá de base genética para la próxima generación de pollos de engorde. Como las poblaciones evaluadas son numerosas, la presión selectiva se eleva anualmente cada vez más, conllevando progresos muy significativos del rendimiento que son poco comparables a otras especies domésticas. En la práctica, esta selección de los animales más aptos se viabiliza a través del avance de los conocimientos sobre las necesidades nutricionales de las aves, de su sanidad y de la mejor forma de crianza. Esto es lo que posibilita que un animal diferenciado exprese todo su potencial genético.

 

Desde el punto de vista legal, el uso de hormonas o de sustancias citadas como químicamente similares a  las hormonas está prohibido en varios países. En Brasil, el 06 de enero de 1976, el entonces Presidente de la República, Ernesto Geisel, a través del decreto número 76986, artículo seis, prohibió la adición de hormonas a los alimentos para animales. Por consiguiente, desde esa fecha no existe la posibilidad de libre comercio de estos fármacos en nuestro país. Consecuentemente, la primera barrera que la industria avícola tendría que superar sería el contrabando continuo y sistemático de productos que contuvieran hormonas en sus composiciones. Considerando el porte del sector avícola brasileño y debido al volumen de alimento balanceado producido para pollos de engorde en Brasil (cerca de 25 millones de toneladas de alimento/año), este comercio sería imposible de mantener sin que ocurriera alguna denuncia clara, objetiva y no simples especulaciones livianas sobre empleo sistemático de productos ilícitos.

 

Claro que alguien interesado en avanzar en la discusión podría afirmar que no todo el sector avícola se vale de esta estratagema. Este sería otro absurdo, ya que los resultados productivos de la mayoría de las  empresas avícolas brasileñas son evaluados y comparados formal o informalmente. ¿Cómo podría una determinada empresa quedar satisfecha con peores resultados sistemáticos, sin tratar de identificar lo que las demás están haciendo para presentar mejores rendimientos de sus pollos? El grado de relación de los técnicos y empresarios de la avicultura nacional, a través de órganos sectoriales y de sociedades científicas, es tan intensa que resultaría imposible que las empresas conocedoras de esta tecnología indebida mantuvieran este “secreto” entre cuatro paredes.

 

Sin embargo, aún en el campo de la especulación, sería imposible el desconocimiento de cualquier beneficio de las hormonas, pues la literatura técnica disponible es universal y su acceso es libre para cualquier técnico que tenga curiosidad o interés en consultarla. Es aquí que reside el punto más importante. La mayor parte de la información disponible en la literatura internacional indica resultados polémicos sobre cualquier beneficio para el rendimiento de los pollos de engorde. Durante los últimos años se han estudiado fármacos denominados beta-adrenérgicos, que también son consideradas sustancias semejantes a las hormonas, para la alimentación de los animales domésticos. Teóricamente, estas drogas permiten la reducción de la concentración de grasa e incrementan la concentración de proteína en las canales de los animales. No obstante, los resultados de las investigaciones realizadas han demostrado que en pollos de engorde, los beneficios de estas sustancias son extremadamente polémicos porque en la mayoría de los casos, no se ha observado que promuevan ningún beneficio cuando usadas según las recomendaciones. Insisto en decir que este tipo de información no es privada. Se encuentra ampliamente divulgada en la literatura científica internacional y, consecuentemente, está disponible para cualquier individuo con interés de saber sobre el tema. Otro factor que complica la cuestión es que además de resultados tremendamente contradictorios, los niveles en que estos productos deberían utilizarse para que eventualmente se lograra una respuesta, transformaría sus costos de suplementación en inviables. Una vez más diría que, incluso si el sector avícola fuera totalmente inescrupuloso y que, colectivamente sus miembros, no tuvieran ningún tipo de  sensibilidad en relación con el bienestar del ser humano, tampoco aprovecharían esta alternativa pues, comprobadamente, ofrece resultados contradictorios y es impracticable desde el punto de vista económico.

 

Otro aspecto importante y que no se puede ignorar, es que un número significativo de empresas avícolas brasileñas exporta pollos a varios países del mundo. A propósito, nuestro país es el mayor exportador de pollos y este año, una vez más, superará todos las previsiones de exportación. Nuestra participación en el mercado internacional se basa en la calidad de nuestro producto. ¿Cómo podría entonces la industria brasileña correr el riesgo de que su producto fuera condenado, debido a la presencia de alguna sustancia que compromete la calidad del mismo?

 

Por lo tanto, la pregunta que permanece es, ¿por qué las aves producidas por la industria avícola brasileña son tan precoces y tan diferentes a aquellas que se producen de forma extensiva, o de las aves de traspatio (gallinas criollas)? Claro que la primera razón ya ha sido enfocada y sabemos que se basa en una investigación extremadamente progresista, dirigida al aprendizaje de los fundamentos básicos del desarrollo de la especie y también a la aplicación práctica de conocimientos en la granja. Los pollos de engorde producidos por el sector avícola, a pesar de ser de la misma especie de aquellos producidos extensivamente, provienen de líneas genéticas industriales que han sido genéticamente desarrolladas a lo largo de los años, justamente para que sean más precoces, y para que produzcan canales de mejor calidad. Una indagación frecuente es de por qué la canal de los pollos de engorde producidos por la industria avícola es a menudo menos amarilla o más pálida y tiene una grasa menos consistente que la canal de las aves de traspatio. Esto también ha servido de argumento para que los no especialistas lo adjudiquen al efecto de las hormonas. La respuesta es muy simple, y una vez más no tiene nada que ver con el empleo de hormonas. La pigmentación de los pollos ha sido menos intensa debido al uso de alimentos alternativos, que no disponen de pigmentos en sus composiciones y que, cuando presentes no poseen pigmentos para absorción, como ocurre cuando los alimentos que contienen maíz, alfalfa, etc. Mientras tanto, es necesario aclarar que producir un pollo más pigmentado es muy fácil. La coloración amarilla no altera en nada la calidad nutricional de la canal. Esta característica es puramente estética y hay países como México, que prefieren canales más pigmentadas que las producidas en Brasil y en algunos países europeos. Cabe resaltar que Japón y los países de la Comunidad Europea son actualmente los mercados importadores más exigentes, y ellos también buscan pollos que tengan canales poco pigmentadas. Producir aves mejor pigmentadas no acarrea beneficios extras para la calidad de la canal, cuesta caro y no está relacionado con el tipo de línea genética usada. En el caso de que las gallinas criollas o de traspatio fueran producidas sin alimentos ricos en estos pigmentos, sin lugar a dudas también sus canales serían menos amarillas. Es importante decir que el color de la canal no debe considerase como sinónimo de buena salud del animal sacrificado.

 

La grasa también es un problema muy discutido. Los genetistas y los nutricionistas han trabajado intensamente para reducir la concentración de la misma en las canales y ha habido importantes avances. La diferencia de la grasa de las aves de traspatio y de los pollos de engorde de líneas genéticas comerciales, se basa en dos aspectos esenciales. Para empezar, las gallinas criollas se sacrifican cuando tienen edad más avanzada y la relación agua/grasa en sus canales es menor. En otras palabras, aves con más edad tienen, proporcionalmente, menos agua en la canal y más grasa que se fija fundamentalmente en el tejido adiposo. Por consiguiente, la grasa de estas aves es más amarilla y más firme. Mientras tanto, los pollos de engorde de las líneas genéticas industriales se sacrifican más temprano, cuando la relación agua/grasa es más elevada y, proporcionalmente, hay más agua en la canal. Esto le da a la grasa de la canal una apariencia menos firme y, eventualmente, menos amarilla, si hubo menos pigmentos en la composición de la dieta.

 

Por lo tanto, es importante subrayar que toda y cualquier acusación individual o colectiva con relación a la calidad de la canal de pollos de engorde debe ser cuestionada, pues ha sido hecha de forma liviana y, en general, sin fundamento. Confundir hormonas con nutrientes como vitaminas, minerales, aminoácidos, etc. ha sido muy común. Estas opiniones sin sentido pueden perjudicar a uno de los sectores más modernos y desarrollados del país, que ha generado puestos de trabajo, alimento y riqueza, y que no puede quedar con una imagen de que está produciendo alimentos para los brasileños y para la población de otros países, de forma irresponsable. El efecto de estas malas influencias ha sido muy perjudicial. Estos individuos se valen del desconocimiento de las personas para, con palabras y frases impactantes, despertar la duda y la inseguridad. Ellos dicen “Dejen de comer pollo. Las hormonas de los pollos comprometen el balance hormonal de los seres humanos que los consumen”. Al contrario, nosotros los técnicos, debemos emplear argumentos como los recién presentados, diciéndole a las personas que: “No dejen de comer pollo, pues los pollos son saludables. No dejen de comer pollo, pues los pollos nos ofrecen una cantidad significativa de nutrientes, por un precio incomparable, y en las más variadas formas de presentación.”

 

Finalmente, concluyo afirmando que nuestra misión como técnicos es de no tolerar estas aseveraciones falsas. Por otra parte, nuestras asociaciones de clase deberán ser más rigurosas con todos los individuos que se valen de la falta de preparación de los ciudadanos para crear un clima de duda e inseguridad.

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